El Namib, además de ser el desierto más antiguo del mundo y uno de los más grandes, también está moldeado por las dunas más altas. Subir hasta la parte más elevada de la cresta de alguna de ellas puede ser un reto exigente física y mentalmente, pero la satisfacción al llegar arriba, las asombrosas vistas que se aprecian desde allí y la brisa con aromas del desierto refrescando nuestros rostros harán que el esfuerzo merezca la pena.
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